jueves, 10 de enero de 2013


La caricia que no se da


                            A Ti y a Carlos Pellicer soñando despierto detrás de una puerta.


Precisamente ésa, la caricia que no se da,
es la que despierta la pregunta recién dormida;
esa caricia que guardas entre la palma de tu mano
y la mano de la mesa.

Yo guardo también las mías…

Y entramos, entonces, en ese juego
de acariciarnos con el tacto de la vista;
sin dejar salir, por esas puertas que se abren y se cierran,
un solo atisbo de inocencia.

Arrasados por una tormenta de silencio
decidimos irnos muy lejos,
porque en el otro mundo, el de los sueños,
las caricias se dan, se besan, se beben,
se abrasan sin el ardor de las miradas causticas
que nos arrastran hasta la miseria.

Nos quedamos quietos, en este lugar,
con las manos  mudas,
con los ojos intranquilos
                               y nuestro poema,
mientras tanto,
                       continúa…

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